Wei Guixian tiene 57 años. Hasta fines del año pasado, era una de las cientos de personas que trabajaban en el Mercado de Mariscos de Huanan, el principal “mercado húmedo» de Wuhan, donde se vendían animales exóticos sacrificados en el momento. Allí se cree que surgió el nuevo coronavirus, que infectó a casi un millón de personas en el mundo y mató a más de 49.000.


Wei tenía un puesto de camarones. Su vida había sido bastante monótona, igual a la de tantos otros comerciantes y trabajadores del mercado. Hasta que el 10 de diciembre pasado empezó a sentirse mal.

“Cada invierno, siempre me enfermo de gripe. Así que pensé que era una gripe”, le dijo Wei días atrás al medio chino The Paper, el primero en entrevistar a quien es considerado el primer caso confirmado de coronavirus en el mundo.

The Wall Street Journal había revelado su identidad en un artículo publicado el 6 de marzo, en el que aclaraba que no sería el paciente cero, sino el primero reconocido por las autoridades. Una investigación difundida una semana después por el South China Morning Post aseguraba que los primeros casos se remontan a mediados de noviembre, también en la ciudad de Wuhan, aunque fueron tapados por el régimen chino.

Wei estaba acostumbrada a tener los síntomas que le surgieron en un primer momento, así que no se preocupó demasiado. “Me sentía un poco cansada, pero no tanto como en años anteriores”, contó.

Como era habitual, esperó un día para ver si se le pasaba el malestar, algo que no sucedió. El 11 de diciembre fue a hacer una consulta a una clínica local, cercana a su casa, donde le aplicaron una inyección.

A pesar de que el cuadro parecía agravarse, seguía yendo a trabajar. Lo que hizo fue buscar una segunda opinión en un hospital de Wuhan. “El médico del hospital The Eleventh no pudo descifrar qué me pasaba y me dio pastillas”, dijo. No funcionaron.

Cada vez más angustiada, Wei regresó a su clínica para que le dieran nuevas inyecciones que le bajaran la fiebre y calmaran sus dolores. “Para entonces me sentía mucho peor y muy incómoda. No tenía fuerza ni energía”.

Con enorme dificultad, la vendedora de camarones se trasladó el 16 de diciembre al Hospital Wuhan Union, uno de los más grandes de la ciudad. Al revisarla, un médico le dijo que la enfermedad que padecía era desconocida y “despiadada”.

Desde ese momento vio cómo empezaban a llegar otras personas con los mismos síntomas, todas relacionadas con el Mercado de Huanan. Las autoridades sanitarias reconocieron así a los primeros 27 casos positivos de COVID-19, pero evitaron darle difusión y durante varias semanas insistieron en que el virus no se transmitía de persona a persona.

Wei cree que contrajo el virus en uno de los baños del mercado, en donde iban muchos de los vendedores de carne de animales exóticos. Quienes trabajaban junto a ella también se contagiaron, al igual que una de sus hijas y una sobrina.

“Podrían haber muerto muchas personas menos”, respondió Wei cuando le preguntaron por la decisión de los responsables gubernamentales de silenciar lo que estaba ocurriendo e incluso sancionar a los médicos que señalaban la gravedad de la enfermedad.

Tras pasar semanas internada, Wei se recuperó y salió del hospital a principios de enero. Se siente bien, pero no sabe qué va a hacer en adelante. El Mercado de Huanan fue clausurado y se desconoce si volverá a abrir en algún momento.