Un enorme agujero coronal fue detectado en la atmósfera del Sol, con dimensiones que superan en más de cinco veces las de Júpiter. Este agujero coronal se alineó con la Tierra, dirigiendo una corriente de partículas hacia nosotros.
La gran abertura está liberando un potente viento solar que se propaga a través del Sistema Solar. Aunque es de baja intensidad, forma parte de un patrón más amplio de aumento de la actividad solar conforme nos aproximamos al máximo solar.
Los ciclos solares están marcados por manchas solares, erupciones solares, eyecciones de masa coronal y agujeros coronales. Todos estos fenómenos aumentan en intensidad hacia el máximo solar y disminuyen hacia el mínimo solar. Se postula que estos ciclos están relacionados con los ciclos magnéticos del Sol, durante los cuales el campo magnético solar invierte su polaridad.
Se espera que durante el máximo solar, aproximadamente en 2024, los polos norte y sur del Sol intercambien sus posiciones. Las manchas solares, las erupciones solares y las eyecciones de masa coronal son fenómenos bien conocidos en este contexto.
Las manchas solares, áreas temporales y más frías del Sol, se originan debido a intensos campos magnéticos. Las llamaradas solares y las eyecciones de masa coronal, manifestaciones energéticas vinculadas a las manchas solares, son resultado de la interrupción y reconexión de las líneas del campo magnético.
A diferencia de estos fenómenos, los agujeros coronales representan vastas regiones donde el campo magnético solar se abre, permitiendo que el viento solar se escape más libremente. Esta liberación conlleva ráfagas más intensas de partículas solares y plasma.
Los agujeros coronales no pueden ser observados con luz óptica, al contrario de las manchas solares. No obstante, cuando se observan en longitudes de onda ultravioleta, aparecen como enormes áreas oscuras, más tenues que su entorno debido a su menor temperatura.
El agujero coronal más reciente, que ahora se está alejando de la Tierra, alcanzó una longitud de aproximadamente 800,000 kilómetros a lo largo de su eje principal. En comparación, el diámetro de Júpiter es de alrededor de 140,000 kilómetros; y el de la Tierra, 12,742 kilómetros.
Alrededor del 2 de diciembre, este agujero se dirigió hacia la Tierra y el viento solar resultante nos afectó los días 4 y 5 de diciembre, provocando una tormenta solar de nivel G1 a G2. Estas tormentas, por lo general, tienen efectos mínimos y son consideradas de baja intensidad.
Durante este fenómeno, las partículas del viento solar impactan la magnetosfera terrestre y se desplazan a lo largo de las líneas del campo magnético. Si bien pueden interferir con las redes eléctricas y otros sistemas, los efectos de las tormentas de nivel G1 y G2 suelen ser poco significativos.
Comparadas con los agujeros coronales, las eyecciones de masa coronal y las llamaradas solares, que son más violentas, generan tormentas solares de mayor intensidad. El viento solar de un agujero coronal es potente, pero carece del empuje adicional que se observa en el material expulsado activamente por llamaradas o eyecciones de masa coronal.
Los científicos continúan monitoreando el agujero coronal y el viento solar que genera. Aunque la tormenta actual es de baja intensidad, es importante estar al tanto de las posibles consecuencias que podría tener.